Iphiclides feisthamelii

Clase: Insecta
Orden: Lepidoptera
Familia: Papilionidae
Género: Iphiclides
Especie: Iphiclides feisthamelii (Duponchel 1832)

La mariposa podalirios o chupaleches (Iphiclides feisthamelii) es una de las mariposas más espectaculares de Europa. Algunos autores la consideran una subespecie de Iphiclides podalirius, especie a la que sustituye al Sur de los Pirineos. Sus orugas se alimentan de rosáceas leñosas (Prunus, Pyrus, Malus, Sorbus, Crataegus).

Esta foto está hecha con un objetivo 90 mm, focal no muy adecuada para fotografíar insectos huidizos debido a que hay que acercarse mucho para llenar el encuadre (por supuesto la foto no está recortada).

La técnica usada fue, a falta de un teleobjetivo, ganarme la confianza del insecto. Me senté al lado del bebedero (los bebederos de mariposas son sitios donde rezuma agua y se forma barro y que son muy visitados por todo tipo de insectos para beber y tomar sales minerales y en los que a veces se reúnen números enormes de mariposas), hasta que los insectos (una nube de avispas que recogían barro y la podalirios) se acostumbraron a verme como parte del paisaje.

Tras algo más de 20 minutos, en los que la mariposa daba vueltas y más vueltas sin querer posarse, siguió otra media hora en la que, aunque ya se posaba, salía volando en cuanto yo hacía el menor movimiento.

Transcurrido algo más de tiempo, fui acercándome poco a poco sin hacer movimientos bruscos y deteniéndome en la distancia de escape, que cada vez se hacía más pequeña. La distancia de escape es la distancia a la que un animal huye. Suele depender de la especie y, en el caso de los insectos, de las condiciones ambientales.

Al cabo de hora y media, tenía a la mariposa a 10 cm de la lente, tomando con su espiritrompa sales minerales del barro e ignorándome por completo, convencida ya de que yo no suponía ninguna amenaza para ella. Tras hacerle una serie con luz natural y otra con flash, descubrí con agrado que ya no huía aunque hiciera movimientos bruscos, por lo que le hice algunas fotos más, ya moviéndome libremente, desde ángulos diferentes.

Pero la sorpresa llegó cuando, decidido a comprobar hasta que punto me había aceptado como elemento inofensivo, acerqué el dedo hasta empujar sus alas... y no se movió. Aunque me dio la impresión de que se molestaba un poco y me miraba como diciendo "eh, no empujes, yo estoy aquí, búscate tu trozo de barro libre", aunque seguramente solo me lo pareció.

Entonces traté de que se subiera a mi dedo, empujando sus patitas. Aquello superó lo tolerable y salió volando aunque se quedo dando vueltas alrededor del bebedero, y no dudo que con intención de posarse de nuevo. Como tenía un montón de fotos y ya había perdido (o ganado) dos horas de mi tiempo en hacerme amigo de la podalirios, me despedí y me fui.