Clase: Reptilia
Orden: Chelonii
Familia: Emydidae
Género: Trachemys sp. ?
La introducción de organismos vivos fuera de su área de distribución natural representa la segunda causa de amenaza a la biodiversidad global (la primera es la pérdida de hábitat) a través de fenómenos de competencia por los recursos, depredación, contaminación genética, e introducción de agentes patógenos.
Hace unos meses, de visita en el Parque Nacional de Doñana, me llamó la atención unos carteles que estaban colgados en las paredes de los puestos de observación de aves que el parque tiene para los visitantes. En ellos, al más puro estilo de los carteles WANTED de las películas del Far West, podía verse la foto de un galápago y un texto que rogaba a los visitantes que en caso de avistarlo avisaran de inmediato a los responsables del Parque. Estos carteles formaban parte de una campaña destinada a erradicar al galápago Trachemis scripta de los humedales de Doñana.
Pero, ¿qué delito ha cometido ese galápago para merecer la implacable persecución? Pues el galápago, ninguno. La culpa la tiene, una vez más, la insensatez de la gente.
Trachemis scripta es un galápago americano que en los años ochenta se vendía en las pajarerías españolas en forma de pequeñas tortuguitas verdes de 3 o 4 cm que la gente ponía en una especie de ensaladera de plástico en la que había una isla en miniatura con una palmerita, todo de plástico barato.
Las tortuguitas eran realmente graciosas, y eran tan pequeñas porque eran ejemplares recién nacidos. Fueron un éxito de ventas. Se ignora cuántas de estas tortugas se trajeron a España, pero se sabe que entre 1991 y 1995 las importaciones alcanzaron la cifra de 500.000 ejemplares al año y sólo en 1997, un año antes de la prohibición y en previsión de ésta, se importaron 900.000 ejemplares (fuente: Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España).
Estamos hablando de millones de tortuguitas. Afortunadamente, la gran mayoría de ellas murieron en su islita de plástico a causa de los pésimos cuidados que recibían de sus propietarios: agua del grifo con cloro, a una temperatura inadecuada, con una alimentación deficiente provocaban que el desdichado quelonio entrara en una especie de aletargamiento y muriera a las pocas semanas o meses. Sin embargo algunos propietarios más informados y que cuidaron adecuadamente a su tortugita, vieron con horror como se le quedaba pequeña la islita en pocos meses y crecía a un ritmo espeluznante. De hecho estos galápagos pueden alcanzar en la edad adulta hasta 30 cm de longitud. Su voracidad aumentaba al mismo ritmo que su tamaño, y también los mordiscos que lanzaban a los dedos de sus cuidadores y los malos olores que generaban.
La solución adoptada por estos estafados ciudadanos, a los que nadie advirtió que su graciosa tortuguita de 4 cm se convertiría en un reptil de aspecto poco tranquilizador, fue la solución habitual en estos casos. Como todo el mundo sabe, a los perros cuando estorban se les abandona en las carreteras, y las tortugas acuáticas en el río, charca o embalse más cercano (tras haber crecido tanto ya no cabían por el retrete). Y así, ¿cientos? ¿miles? de galápagos de Florida fueron arrojadas a los ríos y embalses de toda España, para que fueran felices.
Y lo fueron.
En la actualidad es la especie invasora que ha colonizado más territorio y en menos tiempo, y continúa extendiéndose.
¿Donde está el problema? Pues en que en los ríos y embalses ibéricos ya había galápagos. Concretamente dos especies, el galápago leproso (Mauremys leprosa) y el galápago europeo (Emys orbicularis), que estaban aquí desde siempre y perfectamente adaptados al medio, y que ahora se enfrentan a un galápago invasor, más agresivo y voraz, con el que no pueden competir por los recursos y que los está desplazando poniendo en peligro su supervivencia.
Los galápagos autóctonos pueden no ser las únicas víctimas de la tortuga de Florida. También aquellas especies de anfibios y peces autóctonos sobre los que depreda. La importación de tortugas de Florida fué prohibida debido, entre otras razones, a que son portadoras de la bacteria Salmonella, cosa que no ocurre con los galápagos autóctonos. Sin embargo todavía es posible comprar como mascota ejemplares criados en cautividad o importados con anterioridad a la fecha de prohibición.
Esta tarde mientras regresaba del trabajo hablaban en la radio del mosquito tigre que está llegando a la costa brava, traido en los coches de los barceloneses que pasan allí el fin de semana. Los caminos del señor son inexplicables. Amen.
ResponderEliminarLos mosquitos tigre son noticia casi todos los años. La verdad es que el nombre impresiona. Mucho más que el mejillón cebra, que parece menos amenazador aunque esté provocando más problemas.
ResponderEliminarY si el asunto de los animales invasores es un problema medioambiental, el de las plantas invasoras toma ya carices apocalípticos.